martes, 3 de abril de 2012

Bradley Wiggins: Sexo, drogas, alcohol y Rock & Roll.

Hasta aquí os traigo, un artículo que vi hace tiempo, pero que hoy he encontrado en los adentros de mi ordenador. Se trata de una de esas historias que nada más leerlas piensas que podrían servir como argumento de un libro o una película. Es sobre la vida del ciclista inglés Bradley Wiggins, ferviente seguidor del movimiento mod.

La vida de Bradley Wiggins podría asemejarse a la vida de una estrella de Rock & Roll. Podría ser Pete Townshend, el mítico guitarra de los Who. De hecho el ciclista inglés es un fanático de la escena Mod y en concreto de los Who además de los Jam, etc. Pero Wiggins no es cantante, ni guitarrista; Wiggins es ciclista. Ciclista profesional de carretera.

¿Pero quién es ese tal Wiggins?
El año pasado emergió como la gran sorpresa del Tour, finalizando cuarto. No venía de la nada; era un miembro de la generación de oro de los “pistards” británicos que se habían hinchado a ganar medallas por los velódromos de todo el mundo. Tal sorpresa levantó las suspicacias de muchos y en la misma noche de finalización del Tour, celebrándolo con su mujer a altas horas de la noche parisina, se le acercó un corredor australiano del Tour y le comentó:
“Enhorabuena Bradley, ya se que todos dicen que vas dopado pero yo creo que vas limpio”.
“Como!, Todos piensan eso? No lo sabía!” Comentó Bradley, quién enfadado y ofuscado cogió a su mujer y se marchó al hotel.
A los pocos días pidió a su equipo que hiciera públicos sus análisis  de sangre de los últimos dos años.


Y es que la historia de Wiggins siempre ha sido una historia de sexo, drogas, alcohol, depresión y Rock & Roll. Su vida no ha sido un camino de rosas.
Bradley nació en Bélgica en 1980, quince meses después de que su madre, Linda, se casara con Garry, un ciclista de pista australiano y bebedor que además de darle a los pedales rápido le daba al alcohol y a las anfetaminas. Empezó a ser conocido por sus “competiciones de boxeo” en los velódromos y pronto llevó dicha ”afición” a casa. Es entonces cuando Linda escapa con su hijo Bradley en las navidades de 1982 a Inglaterra. A los pocos días Garry les llama diciéndoles que no piensen en volver porque está con otra mujer, coge un ferry con las pertenencias de ambos en cuatro bolsas negras, las deja delante de la casa de los padres de Linda, se lleva a Bradley al Zoo y se vuelve a Bélgica. Wiggins no sabría nada de él en muchos años.
La madre alquila un piso y tratan de rehacer sus vidas. El niño pasa mucho tiempo con su abuelo y sus amigos, grandes fans de Gary Lineker que se pasan el día hablando de fútbol. Inspirado por la victoria de Chris Boardman en Barcelona 92, el joven Bradley empieza a rodar como un descosido por Hyde Park. Su madre le anima a meterse en un club de ciclismo donde compite contra otros en su vieja bici.
En esos tiempos vuelca su obsesión en la bici y no tiene ojos para nada más. A la pregunta de un profesor de francés de por qué no estudiaba el libro, Bradley le respondió que ni iba a aprender con libros pero que lo haría mas tarde cuando fuera un ciclista profesional en Francia. El profesor soltó una carcajada y Wiggins recuerda haberle visto hace poco y hablarle en francés fluido.

Con quince años se proclamó campeón escolar en pista y con 18, campeón mundial junior. En 1997, tras 14 años, recibe una llamada desde Australia. Era su padre, ahora casado de nuevo. Bradley respondió fríamente pero mantuvo un contacto mensual regular en los siguientes dos años. En el 2000 fue a visitarle tres semanas. Le encontró solo de nuevo, bebiendo mucho y siendo muy crítico con su forma de montar en bici.
Se dio cuenta de que nunca hubiera logrado nada de permanecer con su padre. Es precisamente en Sidney cuando logra su primera medalla de oro olímpica.
En pista tenía éxito pero como profesional corría en un equipo francés malviviendo en un oscuro sótano, solo y triste.
De vuelta a Inglaterra conoce y se casa con Cath, una ex-ciclista ahora estudiante. Según Bradley fue el punto necesario para estabilizarse y centrase.
Campeonatos mundiales y medallas olímpicas en Atenas siguen en los próximos años pero tras el éxito llega la depresión al constatar que su vida seguí exactamente igual que antes; con poco dinero, con la hipoteca ahogándole, etc. Siempre pensó que tras las victorias sería casi millonario pero la pista no da dinero. “¿Le había valido la pena tanto esfuerzo?” se preguntaba.
Las fiestas post-olimpiadas se extendieron mas de la cuenta y comenzaron a hacerse rutinarias. En esa época Bradley abría y cerraba los pubs bebiendo cantidades ingentes de cerveza todos los días. Le motivaba mas la bebida que la bici. El nacimiento de su hijo le despertó del sueño alcohólico y volvió a centrase. Aunque la desilusión con el ciclismo de carretera le acompañó los dos años siguientes. “Era un trabajo; lo hacía y punto. Ahora es una obsesión”.
En 2007, tras su brillante cuarto puesto en el prólogo, su equipo, el Cofidis abandona el Tour tras el positivo de un compañero. Una nueva contrariedad. “Odio esto, que le jxxxx al Tour” se decía de vuelta a casa.
Al año siguiente una llamada le despertó en medio de la noche. Era su manager. Debía llamar a un hospital de Australia. Su padre había sido encontrado inconsciente y sangrando en medio de la calle de un pequeño pueblo a las siete de la mañana. Le llevaron a un hospital donde murió por las horribles heridas de, no solo una, sino dos peleas; a las 9 de la noche del día anterior y a las 6:15 de la madrugada. Los parientes que acudieron a recoger las pertenencias a su casa encontraron un álbum de recortes con todas las victorias de su hijo, Bradley.
Wiggins se tomó fríamente la noticia pero asegura sentirse culpable en ocasiones por no haber podido ayudar más; aunque no lo mereciera.
“Tengo que repetirme a mi mismo que las razones por las que no le hablaba eran correctas. Todo empezó hace casi 30 años y no puedo echar atrás el reloj” se dice.
La ira siempre ha sido una de las motivaciones en la carrera de Wiggins.
Dentro de esa ira encaja una de las bandas favoritas de Wiggings; Joy Division, banda depresiva y oscura donde las haya. Su líder se ahorcó al no poder soportar la vida.
Bradley Wiggins (dcha.) junto con Paul Weller y el diseñador Paul Smith.

Esa ira y su obsesión le llevó a ganar mas oros en los mundiales de pista de Manchester y en las olimpiadas de Pekín. Esto trajo consigo un nuevo contrato para la carretera con el Garmin. Adelgazó y se dio cuenta de que podía subir con los mejores si mantenía ese peso.
Al año siguiente acabó cuarto en el Tour siendo una de las grandes sorpresas. Esto desembocó en su fichaje por el nuevo equipo Sky este año. Por fin llegaba su anhelada independencia financiera con un buen contrato. Su imagen Mod-sesentera se ve realzada con los colores del Sky que nos lleva de vuelta a los gloriosos años del ciclismo épico. Este año, con el respaldo del equipo, se ha centrado exclusivamente en el Tour. 
Bradley, un auténtico superviviente de una historia de sexo, drogas, ciclismo y Rock & Roll.

Extraído de aquí.

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